El yacimiento protohistórico de la Gessera, en Caseres, toma protagonismo con el equinoccio de primavera

La primavera comienza con su equinoccio, que señala también algunos hechos importantes del calendario, como la finalización de la Cuaresma y la conmemoración de la Semana Santa que se hace coincidir con la primera luna llena de la nueva estación.

Desde antiguo se han llevado a cabo algunos ritos que tienen que ver con la celebración del sol y el despertar de la naturaleza, señalando el hito de distintas formas.

Este fin de semana, el yacimiento protohistórico de la Gessera, situado en Caseres (Terra Alta), ha recuperado su pasado sagrado coincidiendo con el equinoccio de primavera.

Unas setenta personas han observado cómo el primer rayo de luz del día entraba por el pasillo central del santuario preiber, un fenómeno que tiene lugar cada medio año. Para revivir este fenómeno, se ha colocado una réplica de una puerta del templo por la que ha entrado el primer rayo de sol, con el que se ha dado la bienvenida a la nueva estación.

La actividad, incluida en el proyecto ‘Bajo el manto de las estrellas’, organizada por el grupo GRESEPIA, quiere dar a conocer este espacio y su historia. Según el investigador de la URV Jordi Diloli, la ubicación del yacimiento respondía a criterios astrológicos y usos agrícolas.

Un ciclo de actividades hasta junio

El programa ‘Bajo el manto de las estrellas’ de la URV y se incluye en el proyecto de la Fundación por la Ciencia y la Tecnología del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. El objetivo es difundir el espacio y la historia de este yacimiento y al mismo tiempo, el yacimiento del Turó del Calvari. Para ello, se ha preparado un ciclo de actividades hasta junio para todos los públicos que culminará con la recreación del fenómeno astronómico de la puesta del sol del solsticio de verano. En esta ocasión, será en el municipio de Vilalba dels Arcs.

La relación directa con los astros y ciclos agrícolas

El Grupo de Investigación Seminario de Protohistoria y Arqueología (GRESEPIA) ha sido el encargado de guiar la actividad. El investigador de la URV Jordi Diloli ha apuntado que la relación con los astros y ciclos agrícolas es uno de los aspectos que hacen singular este yacimiento, que estuvo ocupado entre los siglos VI y VII ANE. «La actividad básica de esta gente era la agricultura, por lo que necesitaban calendarios. A partir de ahí, también se vinculaban aspectos simbólicos como la fertilidad», aseguró.

Las primeras conclusiones a las que llegaron los expertos que lideraron los trabajos de excavación iniciados en 1914 defendían la posibilidad de que los vestigios formaran parte de un poblado íbero. Años más tarde, desde GRESEPIA puntualizaron que en una primera fase de asentamiento el espacio acogió una casa señorial, que posteriormente se quemó a propósito para construir un santuario con base romboidal. «Hay que imaginar que era un gran edificio con techo, un pasillo interior y estancias a ambos lados donde poner las ofrendas. La habitación del fondo, donde le toca el rayo de sol durante el equinoccio, no tiene puerta. Esto nos hace pensar que es el espacio sagrado de los dioses, en el que sólo podían entrar los sacerdotes», ha explicado.

Sobre el yacimiento de la Gessera

El yacimiento de la Gessera se encuentra situado sobre una colina bastante escarpada a unos 415 m de altura, dominando el río Algars. Se encuentra justo sobre la línea divisoria entre la Terra Alta y el Matarranya. Lo descubrió el arqueólogo Joan Cabre en 1904 y diez años después empezó a excavarse el también arqueólogo Pere Bosch Gimpera.

Su aspecto es el de una aldea cerrada, con diferentes habitaciones rectangulares, minúsculas, que se abren en dirección a una calle central muy estrecha.

Su genuinidad, que por ahora lo hace único, radica en sus reducidas dimensiones, tanto en lo que se refiere al espacio que ocupa como por la funcionalidad que se le supone.

Desde los inicios del siglo XX este yacimiento había quedado abandonado, hasta que el Ayuntamiento de Caseres decidió museizarlo como punto de interés turístico.

Este proyecto llevó al arqueólogo Jordi Didoli (del grupo de investigación GRESEPIA vinculado a la URV), a reexcavar el espacio. Pudo documentar dos fases o períodos diferenciados de ocupación: un primer momento en el siglo VI aC y, después de un período de abandono, un segundo momento ya en época plenamente ibérica entre los siglos IV y II aC en que se documenta de nueva actividad en este espacio.

De acuerdo con la investigación hecha hasta ahora, parece que el uso que tenía este espacio era cultural o ritual, de acuerdo con la falta de chimeneas y su dimensiones tan reducidas, no parece ser un poblado sino más pronto una estructura relacionada con la astrología y otros usos culturales y rituales del momento histórico en el que se levantó.

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